Cuando nos convertimos en madres comienza un capítulo en nuestras vidas. Hay cambios físicos evidentes y obvios pero los emocionales a veces no son tan obvios. Se produce un cambio en nuestra identidad y tenemos que encontrar espacios de respiración para ir construyendo esas nuevas conexiones emocionales con nosotras mismas que nos conectarán aún más con nuestro bebé.